Painted: Rosi Aragón
Un día, un sultán convocó a sus ministros
Uno después del otro. Les mostró a cada uno, una maravillosa joya, finamente trabajada. Entonces le preguntó al primero.
- ¿Cuánto piensas que vale esta joya?
- Majestad, respondió el ministro, vale al menos la cantidad de oro que pueden portar seis mulas.
- Tu evaluación es correcta, dijo el sultán.
Luego, le entregó al ministro un martillo y poniendo la joya delante de este, le ordenó.
El ministro retrocedió, asustado, y acabó por balbucear.
- Majestad, ¡es imposible! Es una joya inestimable. Yo no puedo hacer eso.
El sultán lo colmó de regalos y lo hizo sentar a su lado. Luego viene el segundo ministro que se rehúsa como el primero. El tercero, cuarto y todos los demás, también lo hicieron.
Todos cubiertos de regalos, se sentaron alrededor del sultán, quien había convocado a su esclavo preferido, le mostró la joya y le preguntó que precio pensaba que tenia esa joya.
- Yo no se decirlo con seguridad, respondió el esclavo, su valor es demasiado grande para que yo siquiera pueda imaginarlo.
- ¡Entonces rómpelo! Le ordenó el sultán, entregándole el martillo.
Sin vacilar, el esclavo tomo el martillo y rompió la joya de un primer golpe. Los ministros se escandalizaron. El sultán, lloró de emoción.
- Yo no estoy aquí para negarme a romper una joya y recibir regalos, se justificó el esclavo. Obedecer la orden de mi maestro cuenta más que yo y que este objeto precioso.
Nuestra voz interior
En un momento dado, si queremos avanzar y que nuestra voz interior, nuestro maestro interior, nos lo ordene, debemos aceptar sacrificar ciertas cosas, que son también preciosas. Obedecer al llamado, puede costar muy caro.
Alejandro Jodorosky
La Sabiduría De Los Cuentos