Mariposa Diosa
Imagen: Lina Marin
- Oh mi Dios! Te invoco desde lo más profundo de mis entrañas, con la fuerza de mi alma y mi corazón en ardientes llamas.
- Oh mi Dios! te invoco para que me encuentres en mis sueños y calmes mis más profundos miedos, me colmes de alegría y sanes mi más profunda herida.
- Oh mi Dios! Con Tú infinito, poderoso y sublime don, me respondes con la compasión del que escucha para dar y se entrega para sanar, con un amor sublime del que todo lo sabe y todo lo puede.
- Oh mi Dios! Tú, Sublime presencia de mágica bellleza, que siempre escuchas y todo lo sabes, acudes a mi humilde llamado y me tomas entre tus invencibles brazos fundiéndote en mi pecho, susurrándome al oído palabras de vida, palabras de sanación impregnadas de un indescriptible amor.
- ¡Oh sublime ser de las alturas! Gracias por ser mi guía, mi ser, gracias por darme vida!
- ¡El tiempo de Dios es perfecto, único e inexplicable!
- ¡El tiempo de Dios es sublime!
No hay momento más valioso y sublime, que el que le entregamos a nuestro más intrínseco ser esencial en el más íntimo y sagrado instante de oración, de meditación con nosotros mismos, con nuestro dios, nuestro ser, nuestro maestro, ó como lo queramos llamar.
Ahí en ese precioso momento, estamos desnudos, ahí es donde somos nosotros y es uno de esos momentos cruciales en que entregamos el alma y donde nos podemos ver, analizar, re inventar y generar movimientos psíquicos que nos ayuden a mejorar, a cambiar.
Lina Marin