Painted: Eduard Zentsi
Lentas hormigas de cristal
Cayendo de mi lengua, eternidad que se derrama en las efímeras formas, lava incesante que calcina la médula del mundo, puerta por donde el ánima penetra en la sangre, estrella invisible en los rojos puentes del aire, soy la sagrada actriz, detrás de mí no hay nada.
Canto silencioso de la materia fecunda, resplandor que devora a la conciencia, alígero cetro de una altura que se gesta, verde araña tejedora de otros mundos. Ahí donde la palabra se convierte en ave, ¿cómo podrías conocerme si eres yo misma?
Mi función es engañar
Encerrarte en la trampa, impedir que te liberes de las porfiadas muertes. Si moras en mi ilusión serás paloma, canario, o picalor pero ninguna vez águila de oro hasta que me digas «¡Puta sagrada, detente!». El hijo perfecto vive en mí, lo visto de carne. Entonces no te veré como eres sin saberlo sino como serás en el aluvión que engendro. Espectros forjados por la esperanza del alma, selva de vocablos donde la mente se extravía, con mi mirada de hierro desangro a los hombres. El alma de los muertos en mi vientre se hace luz.
Exenta de vejez y de muerte
En un perpetuo orgasmo, bajo la esperanza y el miedo soy la joya de tu mente. Es difícil darse cuenta de que permanecer es sufrimiento, profundo y vasto es el pantano del amor a sí mismo. Yo soy la diosa que poco a poco se lleva tu cuerpo, el licor de mis entrañas disuelve las fronteras.
Por voluntad desde la nada mi amor es eterno, no tiene otra causa que crear sin motivo una materia que es mucho más que ella misma. Retoños de mi espíritu son todas las formas, seres que brillan cual diademas en el tiempo, alegría milagrosa que trasciende lo enfermo.
Rosa que se abre en los sepulcros de piedra
Espiga que crece en el cerebro de un loco, espejo de tus máscaras, molde de tu esencia, mi calidad depende del culto que me rindes. Cuando el asco te aleja del inclemente mundo implórame como si mi sombra fuera tu madre.
Que el impensable ojo del abismo te salve, llena eres de gracia, sin ti la eternidad no vive ni da giros la rueda del sagrado sacrificio ni se desliza la barca de un mundo que se esfuma ni se nutre con tus frutos el vientre de la muerte, santuario de barro donde palpita el Misterio.
Bendito el torrente que inunda a la piedra vacía
Bendita la joya verde que surge de tu sexo. Ella nace, crece, se marchita y desaparece. Sin estrellas la noche pierde su nombre. Sin sueños el vigía incorporal se duerme. Entonces vienes tú y con tus hilos negros otra vez tejes luces.
Alejandro Jodorowsky
III La Emperatriz